miércoles, 25 de mayo de 2016

Un nuevo concepto

Las ideas progresistas nos amenazan con un futuro maravilloso en pro del cual se destruyen enormes riquezas logradas en siglos de historia, a esta ilusión se le ofrecen toda clase de sacrificios y muchos de ellos son sacrificios humanos.
Este futuro promete ser tan deslumbrante como puede serlo un shopping y lo que se destruye para construirlo parece ser tan insignificante como el último bosque o la última fuente de agua dulce.
Chesterton ha observado agudamente que quienes desprecian las leyes de la naturaleza pueden tener un leve éxito momentáneo, pero pronto experimentan la sensación de estar atrapados, de estar en una situación de la que ellos mismos no pueden librarse. 
Este inquietante momento es el que está viviendo nuestra sociedad en no pocas cuestiones, que están, a su vez, relacionadas.
Sobre los más variados asuntos se nos explica con extrema facilidad que existe un concepto tradicional y otros distintos, innovadores, y que son igualmente respetables, dándole a la palabra “tradicional” un leve toque desdeñoso. Si se estuviera hablando del color de los azulejos del baño, puedo asegurar que no tendría mayores problemas de adaptación, pero se suele utilizar este razonamiento por demás elemental para despreciar algo que tiene siglos, o milenios, con la misma frescura con que un candidato a concejal promete cambiar de mano una calle.
Hay quienes por ser suficientemente estúpidos, o suficientemente malvados o porque están suficientemente aterrados se permiten provocar grietas en las bases de las columnas que sostienen el edificio, y las exhiben, encima, como un gran logro, acaso estético, o bien de su osadía, mostrando que las advertencias de los preocupados son infundadas… Pero esto no evitará que finalmente el edificio se desplome y nos aplaste a todos.
De boca de quienes no están demasiado cómodos con sus familias suele escucharse aquello de que “uno elige los amigos pero no su familia”, porque, aún no estando conformes, saben que hay lazos indestructibles: padres, hermanos, abuelos, tíos… 
Sin embargo, los abanderados del shopping anuncian que el carácter indisoluble de los lazos es algo perimido.
Si alguien que lo conoce a usted ha tomado la decisión de donarle un millón de dólares, es de entender que esa decisión ha sido tomada con el corazón, con la inteligencia, con la voluntad, con todo el ser, pero la donación no será tal si conlleva la condición de devolverla cuando le sea solicitada por el donante, si él lo siente necesario en un futuro cercano o lejano.
La pequeña modificación es nada menos que fundamental, cambia la totalidad del asunto, porque el condicionante está asentado en las arenas movedizas del estado de ánimo del donante, estado que hoy es uno y, naturalmente, mañana puede ser otro.
Cualquiera que trabaje en un colegio podría comprobar que las pequeñas modificaciones realizadas en el concepto tradicional de familia han devenido no en un nuevo concepto sino directamente en un desmoronamiento: un chico tiene un problema de salud, un malestar momentáneo, y usted decide llamar a la mamá, entonces la mamá le dice que esta semana el chico está con el padre, entonces usted va al legajo y encuentra el celular del padre, pero cuando llama lo atiende la novia del padre que le explica que el papá no puede ir ahora, usted vuelve al chico para obtener delicadamente la información de que la abuela es quien lo podría venir a buscar… Y al rato, mientras usted aún se halla en estado de furia contra la humanidad toda (expresión apropiada, en vez de “toda la humanidad”, recuerde que estamos en una escuela) llega una señora mayor que con todos sus achaques viene a salvarle las papas al hijo y a la ex-nuera. 
Siempre aparece el miserable que declara que “la vieja va porque no tiene otra cosa que hacer”, pero yo le puedo asegurar que la vieja dejará lo que esté haciendo y subirá las escaleras de la escuela con bastón, si es necesario, pero no dejará de ir a ver qué le pasa al nieto.
Es crucial entender que el peso de la sociedad descansa sobre gente frágil como esa abuela, son personas sin las cuales la sociedad perdería lo poco que le queda de forma humana.
Están aquellos que paran en los semáforos (o que estacionan sólo donde deben, o que no le sacan el silenciador a la moto, etc.), es por ellos que en la ciudad aún se puede andar. Pero cuando los que pasan en rojo dejan de ser dos o tres locos para ser un número importante, empieza a volverse difícil salir a la calle; y cuando finalmente son la mayoría, es que el caos ha tomado la ciudad... Otra vez, un pequeño cambio, que deviene en accidentes desastrosos, un pequeño cambio que transformó el orden en anarquía. 
El peso de la sociedad descansa sobre la gente que somete sus deseos, sus caprichos, sus exigencias de excepción a cómo deben hacerse en realidad las cosas. Es gracias a esa gente el hecho de que en la sociedad aún se pueda vivir.
Los lazos familiares ciertamente atan y conllevan una responsabilidad, pero esos lazos hacen que la vida sea humana. Cualquier persona mayor entiende de qué se está hablando cuando se le menciona a sus abuelos, y a su imaginación acuden recuerdos nítidos de los rincones una casa en particular. Pero “la casa de mis abuelos” será una expresión sin sentido para aquel cuyos abuelos siguieron rumbos distintos cuando sus padres estaban aún en jardín de infantes.
Al parecer la idea progresista por excelencia es la libertad del individuo, entonces progresivamente se ha ido cambiando el viejo carácter indisoluble de los lazos familiares para sustituirlos por algo revocable que bien podrían llamarse pactos de conveniencia.
El individuo sentirá, como se ha dicho, un leve éxito momentáneo, gozará de una nueva forma de libertad que consiste básicamente en no comprometerse. Pero pronto empezará a ver que la ausencia total de responsabilidad ha sido pagada a un precio muy alto. Es posible que tenga la sensación de ser una víctima de aquello de “divide y reinarás” y experimentará la sensación de estar atrapado… pero difícilmente podrá darse cuenta quién lo gobierna y quién pretende reinar en una sociedad de seres aislados.
Tal vez las ideas progresistas nos están mostrando su nuevo concepto de libertad. Sería sensato preferir la verdadera.



jueves, 12 de mayo de 2016

¿Y esto para qué me sirve?


Desde algún punto de vista se puede pensar que es poco rentable la inversión de tiempo en adquirir conocimientos relacionados con el arte. Difícilmente alguien pueda aspirar a conseguir un empleo incluyendo en su currículum, al lado de los cursos de computación e inglés, el haber leído a Cervantes o el ser versado en la música de Bach; probablemente no sean las características que los departamentos de selección de personal especialmente busquen, es más, acaso sean características que pueden ser vistas como signos de una personalidad rara o elitista, y que, por lo tanto, indiquen como “desaconsejable” la inclusión del singular postulante.
Hay quienes sostienen, sin embargo, que una persona instruida puede moverse con mayor facilidad en ambientes de un nivel socioeconómico más elevado, y, en ese sentido, las nociones artísticas forman parte de un bagaje de conocimientos que lo distinguen como persona culta, lo cual, al parecer, constituye un bien tan enorme como la ropa de marca y los buenos perfumes, solo que es más barato.
Es éste un argumento que va perdiendo peso últimamente, porque quienes ocupan el sitio de lo que antes se llamaba nobleza, han procurado cuidadosamente no perder ninguna de sus ventajas pero se han liberado hábilmente de todo lo que ese puesto exige, que consiste en llevar sobre sus espaldas no pocas responsabilidades, entre las cuales está el buen gusto.
Es natural en el hombre la imitación, el tener algo o alguien como modelo. En la actualidad se da la penosa situación de que mientras las personas comunes anhelan el buen vivir de los pudientes, los pudientes ostentan el mismo desparpajo e irresponsabilidad que en otros tiempos ellos mismos habrían considerado como patrimonio de la plebe.
Muchos declaran incuestionable cualquier tipo de expresión, aseguran que como todo arte es expresión, toda expresión puede ser considerada arte, entonces el conocimiento y la enseñanza del arte son encarados en forma consecuente con ese principio. Hay que reconocer que esta escuela tiene su encanto porque en un instante nos transforma a todos y a todas en auténticos y auténticas artistos y artistas. Pero su amplitud extrema tiene resultados bastante discutibles, dado que la misma expresión con que ha sido saludado un motociclista en contramano por un automovilista indignado se convierte en obra artística siempre y cuando se haya tenido la prudencia de estamparla en alguna superficie con algunas manchas de pintura, que, incluso, bien pudieron haber sido accidentales.
A favor del estudio de la música y del arte en general se podría decir que el producto artístico tiene muchísima demanda en la industria del entretenimiento, y en la industria en general: cine, teatro, radio, TV, publicidad, video juegos, paseos comerciales, etc., etc. ante eventuales protestas de los puristas del arte se podría explicar que no se trata de otra cosa que de una nueva forma de mecenazgo, y que, por lo tanto, la dignidad del arte no está en juego.
Desde ese punto de vista, lo único que interesa para hacer distinciones entre el compositor de “Water music” y el compositor de un jingle publicitario que promociona alguna marca de agua mineral sería saber quién financió el proyecto. Es muy probable que el músico del jingle sea un muy competente compositor egresado alguna distinguida universidad y Händel, después de todo, también cobró por su música.
Así se podría sostener que si a los grandes compositores de otras épocas les hubiera tocado nacer en el siglo XX - XXI también habrían puesto sus talentos al servicio de quien pague, así como antes fue el rey Jorge I, hoy puede ser “Manantiales de la Gran Urbe S. A.”. Pero también, en el mismo terreno de las suposiciones, se podría pensar que muchos de esos grandes compositores hoy preferirían ganarse dignamente la vida manejando un taxi antes que someterse a las exigencias y a las estrecheces de miras de los mercaderes exitosos.
Acaso considerar dos artistas y asemejarlos porque ambos han hecho obras por encargo sea poner el acento en una similitud enteramente lateral. El asunto es ver qué es lo que esos compositores han plasmado en sus obras, cuál es la profundidad con la que han indagado en el alma humana o en los misterios del universo.
En ese sentido la capacidad técnica del artista es una condición ineludible pero no suficiente para una buena obra, porque las proezas técnicas resultan ineficaces si no logran belleza, y son lamentables si lo que principalmente buscan es mostrar la genialidad del autor.
Por la misma razón, aún lograda, la belleza misma de una obra tampoco la define como una gran obra, unos ojos lindos no son nada más que eso si no son también una mirada bella, si no nos hablan de un corazón con capacidad de amar, de perdonar, de vivir, de contemplar…
Una digna obra artística tiene la capacidad potencial de elevar a quien se acerca a ella, de mover a la contemplación, de mostrar uno u otro aspecto de la inmensidad divina al hacer observar la grandeza y la pequeñez humana o al mostrar la múltiple variedad de matices de la realidad a través de innumerables recursos estéticos.
Esa capacidad de la obra es potencial porque depende en gran parte de quien la contempla, que la recibirá a su medida y según su propio molde, tanto es así que puede darse el caso, para nada raro, de que vea en la obra aspectos que el propio autor no había observado.
Entonces el entrenamiento en la capacidad de ver, de percibir, de entender, de discernir, hará que pueda aprovecharse lo que puede haber de bueno en las obras artísticas. Siendo el gusto algo especialmente subjetivo está claro cada uno tendrá sus preferencias, no obstante, la formación artística, como parte de una formación integral, sin ejercer arbitrariedades puede dar elementos para darse cuenta de que hay obras que valen la pena y otras que no. No solo porque hay expresiones artísticas que ennoblecen y otras que envilecen, sino también por la sobreabundancia de material disponible literalmente para todo el mundo.