viernes, 5 de agosto de 2022

Falsas razones

Tal vez no sea algo demasiado poco frecuente el hecho de que alguien, aun teniendo voluntad de obrar bien, obre mal, o, al menos, en una forma que puede resultar incomprensible para los demás.

Conviene saber que existen ciertos defectos que se manifiestan en la propia mente bajo la forma de falsas razones. Ahora bien, si uno posee alguno de esos particulares defectos y no es consciente de ello, tropezará constantemente con innumerables problemas, a los cuales no les encontrará una explicación que se adecue cabalmente a la realidad.

Por ejemplo, alguien podría caer, un día, en la cuenta del potencial peligro que representan las arañas.

Probablemente empezará a tomar ciertas precauciones, investigará el tema, verá que la gente, en general, no conoce el asunto y comenzará, entonces, a dar difusión de los peligros que ha visto.

Hallará personas que, como él, se dedican a lo mismo y conocen muchísimo sobre el tema. Lo cual servirá para nutrirse aún más de esos valiosos conocimientos.

Finalmente, llegará a la conclusión de que, para evitar el peligro arácnido, hay que tener prudencia.

Un día, toma conciencia de que la virtud no es algo que se queda a medio camino. Y se da cuenta, entonces, de que no basta con ser bastante prudente, sino que hay que ser prudente redondamente.

Y, decidido a ejercitar prudentemente la prudencia, va y corrobora con los sabios lo que ha pensado.

Los sabios confirman que tiene razón: la virtud es un término medio que está entre dos vicios… pero, decididamente, no es un término medio entre lo que está bien y lo que está mal…

Munido de tal contundente e inobjetable argumento, sale decidido a ejercitar la prudencia a como dé lugar.

De buenas a primeras, se encuentra con una situación que es, sin embargo, largamente sospechada.

No hay casas de amigos, parientes o vecinos cuyas paredes se hallen completamente libres de cuadros... Y, en el reverso de tales cuadros, con alguna frecuencia, encuentra rastros de actividad arácnida... Entonces empieza a exigir la quema de tales cuadros y, además, conmina a colaborar con una campaña de concientización que ha decidido realizar.

Esto lo lleva a pelearse con todos y a distanciarse de todos... porque se da cuenta, con toda claridad, de que todos los otros, además de imprudentes, muestran escaso o nulo compromiso con lo que, con toda razón, les pide.

Todo el mundo lo mira como a un loco, pero él sabe que tiene razón... Por lo tanto, no oye las advertencias de nadie... ni siquiera de los sabios que le explicaron sobre las virtudes, ni tampoco de los que conocen mucho más que él sobre los peligros arácnidos.

Ése es un punto crítico y es una señal de alarma...

Por supuesto que el número no hace a la verdad. De manera que, claramente, puede que sea él quien esté en lo cierto y todos los otros, equivocados.

Pero sería una necedad (tontería) no contemplar seriamente la posibilidad de que sea él quien, en algún punto, esté equivocado.

Porque sucede que la lógica que ha aplicado es perfecta y, por lo tanto, implacable... pero hay algo que no está bien...

Resuenan aquí las palabras de Chesterton: "loco es el que ha perdido todo menos la razón".

Pero percibir de alguna forma esas señales de alarma permite que uno pueda intentar corregir esas falencias o, al menos, tratar de convivir con esas falsas razones lo mejor posible…

Una plena confianza en Dios disolvería esas falsas razones, cuyo ponzoñoso engaño perdería efecto…

Pero, mientras tanto (mientras uno no logre esa confianza que, sin dudas, lo sanaría)… si uno ha tomado conciencia de que padece de alguna particular exageración a la que no termina de enfocar nunca del todo... es posible que, aunque sepa que no es lo aconsejable, ande por la vida con unas innecesarias precauciones… (así, probablemente no mirará ni siquiera un comic de Spider-Man... acaso fingirá no estar interesado en los partidos en los que juegue Julián Álvarez... y es muy probable que jamás pase frente a una facultad de la UTN...) pero, con toda seguridad, no andará exigiendo que todo el mundo se amolde a sus ocurrencias.

El ejemplo puede parecer exagerado, y, por lo tanto, dar la impresión de tener escasa aplicabilidad a lo cotidiano. Sin embargo, puede que muchos malentendidos (incluso a nivel doméstico) entre personas de buena voluntad provengan de esas falsas razones, que uno tiene, o que los otros tienen, aún sin identificar.

“No os quejéis, hermanos, unos de otros para no ser juzgados; mirad que el Juez está ya a las puertas.” (Santiago 5, 9)