El problema tal vez sea haber empezado por creer en una Nueva Iglesia
que estaba por venir, que estaba llegando, que iba a poner el Mundo realmente de
Colores, que iba a dejar para siempre de lado aquel mundo viejo, de odios, de
guerras, de egoísmos, que la Vieja Iglesia jamás supo cambiar porque se ocupó
en señalarlo con el índice acusador en vez de palmearle la espalda como
hacemos, y hemos hecho, nosotros.
Otro problema es que hace tiempo ya que hemos dejado de ser esos
jóvenes entusiastas y la Nueva Iglesia no ha terminado nunca de llegar, por un
lado porque no parece haber manera de sacudirse del todo los resabios de la
Vieja Iglesia, y, por otro, porque las luminarias de la Nueva Iglesia finalmente
no nos han deslumbrado, y, en definitiva, nos han parecido unos pobres LEDs
parpadeantes y agonizantes que no nos han resultado mucho más atractivos que
las viejas velas de cera. Además, estas nuevas luminarias no solo no nos han
deslumbrado sino que, en ocasiones, su más elemental conducta ha sido realmente
decepcionante.
El problema tal vez sea que hemos creído que esta Nueva Iglesia le
haría llegar al Mundo el paraíso, y vimos que, finalmente, eso era tan utópico
como lo son las promesas, tanto del comunismo como del liberalismo, de que
algún día llegaríamos a un Mundo Feliz, a un Mundo de Paz y Prosperidad.
Por eso ahora que somos grandes, pero no tanto como para resignarnos del
todo a que los sueños dejen de cumplirse, es que dejando de lado todas las
diferencias -políticas, ideológicas, de raza, y, sobre todo y muy especialmente,
religiosas- nos vamos con todos y todas para trabajar -tal vez no como
hermanos, tal vez no como verdaderos amigos, pero al menos juntos contra algún
enemigo común, en la calle, codo a codo y tratando de ser mucho más que dos-
por un mundo mejor.
Este camino es una forma nueva de canalizar nuestros sueños juveniles,
por eso es que nos resulta tan atractivo, rebelarnos contra las viejas
estructuras y trabajar por un mundo nuevo, pero… para ser francos, debemos
decir que está bastante lejos de llenarnos el alma…
Y no puede este sucedáneo llenarles
el alma… porque es algo demasiado pobre para esos corazones generosos de
aquellos muchachos entusiastas que fueron cautivados en su juventud por los
promotores de la Nueva Iglesia, quienes, a su vez, estaban viviendo, en esos primeros
años del posconcilio, un entusiasmo propio de una conversión. Porque a
principios del siglo XX se había hecho mucho hincapié en el temor, lo que hizo
mucho daño a la Iglesia, como dijo un sacerdote que nadie podría tildar jamás
de “progresista”.
De alguna manera veían a la Nueva
Iglesia como un trigal iluminado por el sol de la mañana y a la Vieja Iglesia
como un extenso campo de cizaña en un oscuro día de inverno, la Nueva Iglesia
sería una especie de resurgimiento de la pureza de los primeros cristianos, aunque
no un mero resurgimiento sino, acaso, un perfeccionamiento a causa de una
moderna amplitud de miras, conectados por un puente mágico que sorteaba unas
épocas tenebrosas.
Pero eso era, en cierto modo,
empezar por creer en la Nueva Iglesia antes de haber creído en la Iglesia. Si
uno cree en la unidad de la Iglesia debe creer no solo en la unidad a través de
la geografía sino a través del tiempo. Desde los primeros tiempos hasta hoy la
Iglesia, la verdadera Iglesia, ha estado presente, y siempre ha habido trigo y
cizaña, en distintos porcentajes… La barca de Pedro ha venido navegando y
pasando por distintas tormentas desde sus primeros tiempos hasta hoy.
Tal vez quienes más insistieron en
estar libres de prejuicios para mirar hacia afuera, más llenos de prejuicios están
para mirar hacia adentro, porque han recibido preconceptos (y se han hecho eco de ellos) que juzgan a la Iglesia y que, por supuesto, la declaran culpable.
Misterioso paralelismo con su Fundador,
desde su nacimiento sufrió la persecución:
Herodes y la muerte de los Santos Inocentes - el Imperio Romano y los mártires
de los primeros tiempos de la Iglesia; luego
de la persecución: la vida oculta de Jesús - el auge de la vida monástica; tiempos de conquista y victoria (humanamente hablando, porque su verdadera
conquista y victoria fue en la cruz): el renombre y la fama de Jesús por su
prédica y las muchedumbres que lo seguían - el renombre y las grandes obras de
la Iglesia y el auge de la Cristiandad; el vía
crucis: el misterio de la iniquidad llevará a la muerte a Cristo - y la
Iglesia empezará su largo vía crucis, que llega hasta hoy, desde los tiempos de
Lutero, en lo espiritual y desde la Revolución Francesa en lo temporal. Y si
Cristo fue tentado en el desierto, ¿no lo sería la Iglesia también? El fariseísmo
y la vacuidad son cosas horribles tanto antes como después del concilio, con
máscaras distintas, con estéticas distintas, pero horribles al fin.
¿De qué podía acusárselo a Cristo?
cualquier mentira venía al caso, lo que fuera, que habría dicho (en su tiempo de “conquista y victoria”) que
no había que pagar el impuesto al César, que destruiría el templo y que lo
volvería a edificar, cualquier cosa… lo único que importaba realmente era que
se hacía Hijo de Dios, por eso debía
morir. De la Iglesia puede decirse, también especialmente de su tiempo de
conquista y victoria, cualquier acusación, y no importa que se pueda demostrar
claramente que las acusaciones sean falsas, o que las malas acciones llevadas a
cabo por hombres que la integraban hayan sido hechas contrariando la recta
doctrina. No importa nada, lo único que realmente importa es que ella se hace portadora
de la Verdad, por esa razón hay que
hacerla a un lado, su “sola presencia nos resulta insoportable”.
Es estremecedor también ver de
dónde vienen las más dolorosas acusaciones, en ambos casos se trata de las autoridades religiosas.
Llegará el día, más tarde o más
temprano, en que estos queridos muchachos (¡y muchachas! claro está) de
corazones generosos y que aún son jóvenes entusiastas (¡aunque estén lejos de
ser teenagers!) llegarán a la conclusión de que durante la Pasión -mientras seguimos
trabajando haciendo el bien que podamos- tendremos todos que imitar a Juan,
aquel joven Juan que estaba junto a la Madre, con lágrimas en los ojos, mientras
el Mundo se ensañaba con el Justo, acompañándolo en el sufrimiento, pero
esperando, en medio de la última tormenta, algo que no era simplemente nuevo,
sino que Es eterno, el Sol de la Resurrección.
Me pregunto si estaremos en el tiempo en que los propios fieles, inducidos por los correspondientes fariseos y doctores de la ley, preferirán la liberación de Barrabás antes que la de Cristo, en tanto la ley civil se lava correspondientemente las manos. ¿Preferirán contemplar la torpeza del forajido antes que el Cuerpo de Nuestro Señor? No sé si se entiende la analogía...
ResponderEliminarEl padre Zezinho, el fundador de los carismáticos en Brasil, compositor de muchas canciones muy buenas cantadas en el lugar que corresponde, apuntó también al entusiasmo de los jóvenes. A veinte años de haber iniciado su movimiento, se sentía decepcionado, y comprendía su error, porque sus parroquias seguían llenas de jóvenes. Pero ¿qué había sido de los adultos que eran jóvenes veinte años atrás?
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