Las ideas progresistas nos amenazan con un futuro maravilloso
en pro del cual se destruyen enormes riquezas logradas en siglos de historia, a
esta ilusión se le ofrecen toda clase de sacrificios y muchos de ellos son
sacrificios humanos.
Este futuro promete ser tan deslumbrante como puede serlo un
shopping y lo que se destruye para construirlo parece ser tan insignificante
como el último bosque o la última fuente de agua dulce.
Chesterton ha observado agudamente que quienes desprecian las
leyes de la naturaleza pueden tener un leve éxito momentáneo, pero pronto
experimentan la sensación de estar atrapados, de estar en una
situación de la que ellos mismos no pueden librarse.
Este inquietante momento es el que está viviendo nuestra
sociedad en no pocas cuestiones, que están, a su vez, relacionadas.
Sobre los más variados asuntos se nos explica con extrema
facilidad que existe un concepto tradicional y otros distintos, innovadores, y
que son igualmente respetables, dándole a la palabra “tradicional” un leve
toque desdeñoso. Si se estuviera hablando del color de los azulejos del baño,
puedo asegurar que no tendría mayores problemas de adaptación, pero se suele
utilizar este razonamiento por demás elemental para despreciar algo que tiene
siglos, o milenios, con la misma frescura con que un candidato a concejal
promete cambiar de mano una calle.
Hay quienes por ser suficientemente estúpidos, o
suficientemente malvados o porque están suficientemente aterrados se permiten
provocar grietas en las bases de las columnas que sostienen el edificio, y las
exhiben, encima, como un gran logro, acaso estético, o bien de su osadía,
mostrando que las advertencias de los preocupados son infundadas… Pero esto no
evitará que finalmente el edificio se desplome y nos aplaste a todos.
De boca de quienes no están demasiado cómodos con sus
familias suele escucharse aquello de que “uno elige los amigos pero no su
familia”, porque, aún no estando conformes, saben que hay lazos
indestructibles: padres, hermanos, abuelos, tíos…
Sin embargo, los abanderados del shopping anuncian que el
carácter indisoluble de los lazos es algo perimido.
Si alguien que lo conoce a usted ha tomado la decisión de
donarle un millón de dólares, es de entender que esa decisión ha sido tomada
con el corazón, con la inteligencia, con la voluntad, con todo el ser, pero la
donación no será tal si conlleva la condición de devolverla cuando le sea
solicitada por el donante, si él lo siente necesario en un futuro cercano o
lejano.
La pequeña modificación es nada menos que fundamental, cambia
la totalidad del asunto, porque el condicionante está asentado en las arenas
movedizas del estado de ánimo del donante, estado que hoy es uno y,
naturalmente, mañana puede ser otro.
Cualquiera que trabaje en un colegio podría comprobar que las
pequeñas modificaciones realizadas en el concepto tradicional de familia han
devenido no en un nuevo concepto sino directamente en un desmoronamiento: un
chico tiene un problema de salud, un malestar momentáneo, y usted decide llamar
a la mamá, entonces la mamá le dice que esta semana el chico está con el padre,
entonces usted va al legajo y encuentra el celular del padre, pero cuando llama
lo atiende la novia del padre que le explica que el papá no puede ir ahora, usted
vuelve al chico para obtener delicadamente la información de que la abuela es
quien lo podría venir a buscar… Y al rato, mientras usted aún se halla en
estado de furia contra la humanidad toda (expresión apropiada, en vez de “toda
la humanidad”, recuerde que estamos en una escuela) llega una señora mayor que
con todos sus achaques viene a salvarle las papas al hijo y a la ex-nuera.
Siempre aparece el miserable que declara que “la vieja va
porque no tiene otra cosa que hacer”, pero yo le puedo asegurar que la vieja
dejará lo que esté haciendo y subirá las escaleras de la escuela con bastón, si
es necesario, pero no dejará de ir a ver qué le pasa al nieto.
Es crucial entender que el peso de la sociedad descansa sobre
gente frágil como esa abuela, son personas sin las cuales la sociedad perdería
lo poco que le queda de forma humana.
Están aquellos que paran en los semáforos (o que estacionan
sólo donde deben, o que no le sacan el silenciador a la moto, etc.), es por
ellos que en la ciudad aún se puede andar. Pero cuando los que pasan en rojo
dejan de ser dos o tres locos para ser un número importante, empieza a volverse
difícil salir a la calle; y cuando finalmente son la mayoría, es que el caos ha
tomado la ciudad... Otra vez, un pequeño cambio, que deviene en accidentes
desastrosos, un pequeño cambio que transformó el orden en anarquía.
El peso de la sociedad descansa sobre la gente que somete sus
deseos, sus caprichos, sus exigencias de excepción a cómo deben hacerse en
realidad las cosas. Es gracias a esa gente el hecho de que en la sociedad aún
se pueda vivir.
Los lazos familiares ciertamente atan y conllevan una
responsabilidad, pero esos lazos hacen que la vida sea humana. Cualquier
persona mayor entiende de qué se está hablando cuando se le menciona a sus
abuelos, y a su imaginación acuden recuerdos nítidos de los rincones una casa
en particular. Pero “la casa de mis abuelos” será una expresión sin sentido
para aquel cuyos abuelos siguieron rumbos distintos cuando sus padres estaban
aún en jardín de infantes.
Al parecer la idea progresista por excelencia es la libertad
del individuo, entonces progresivamente se ha ido cambiando el viejo carácter
indisoluble de los lazos familiares para sustituirlos por algo revocable que
bien podrían llamarse pactos de conveniencia.
El individuo sentirá, como se ha dicho, un leve éxito
momentáneo, gozará de una nueva forma de libertad que consiste básicamente en
no comprometerse. Pero pronto empezará a ver que la ausencia total de
responsabilidad ha sido pagada a un precio muy alto. Es posible que tenga la
sensación de ser una víctima de aquello de “divide y reinarás” y experimentará
la sensación de estar atrapado… pero difícilmente podrá
darse cuenta quién lo gobierna y quién pretende reinar en una sociedad de seres
aislados.
Tal vez las ideas progresistas nos están mostrando su nuevo
concepto de libertad. Sería sensato preferir la verdadera.
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