lunes, 17 de diciembre de 2018

En defensa de Papá Noel

Papá Noel: ¿aliado o enemigo?
(el monje)
Aparece ayer (*) un artículo en el vidrioso diario La Nación, de una mujer muy segura y pagada de sí, contando por qué le va a explicar a su hijita de 4 años que [el personaje carece de entidad y que los recursos pecuniarios, administrativos, etc., etc. de los cuales emanan los obsequios yacientes al pie de la chispeante conífera provienen de] ella, qué tanto.
Y claro, me acordé de cómo el cristianismo, a veces con tanta vehemencia, lucha contra este personaje de fantasía, por creer que conspira contra el Pesebre y el Niño Dios. En ambientes conservadores se suele dar esto con notable beligerancia y en la volteada termina cayendo hasta el mismo arbolito de Navidad e incluso los regalos… todos “enemigos” del Niño.
Y yo no estoy tan seguro de que lo sean…
Y ahora que leo lo de esta arrogante señora, mucho menos.
Y caigo en la cuenta de que en los tiempos que corren Papá Noel también va al muere, está en extinción, le quedan pocas temporadas de vida... y esto por la misma razón que se extinguió antes la Navidad del Niño Dios. El racionalismo pragmático lo va erosionando y destruyendo todo. Va por todo.
A esta altura, creo yo, Papá Noel debería ser un buen aliado nuestro en la lucha contra el mundo. No es el enemigo. En verdad todo ejercicio de fantasía hiperrealista, de magia conmovedora, de ritos inexplicables, abonan el terreno para la Fe. Me parece que ha sido una mala estrategia la de pegarle al Gordo bonachón: en definitiva él nunca quiso competir con Jesús. Es como pegarle al Bautista por no ser el Mesías...
Nada más perverso y más distorsionante de nuestra cosmovisión que un adulto diciéndole a un niño: aquí los regalos los hago yo. Ajá. Le doblaría varias veces mi pulgar derecho ante sus ojos en señal de "haceme creer que volás". Ese es el verdadero "enemigo", no Papá Noel: el súper-hombre emancipado que se cree amo, dueño y señor de sus propias erogaciones. Cuando al niño se le rompa esa ilusa mentira, se enterará de que sus padres le mintieron en docenas de asuntos más: cuando le decían que ellos otorgaban la salud por abrigarle, que ellos eran los autores de la educación por mandarlo al colegio, que ellos le construían la vida, por darle plata. ¿Hay ilusión más monstruosa que esa?
Papá Noel no es Cristo, pero bien puede ser su paje y precursor. Un allanador de la magia y sorpresa y asombro y gratitud ante el Misterio más grande. Al menos resulta un buen aliado en esta noble experiencia de que los regalos –y la vida está llena de ellos– nos llegan de arriba: no los compramos ni fabricamos nosotros. Nos llegan, a cambio de nada. ¿Crees esto?
Pobres los hijos de esta penosa cultura, cuando un día, decepcionados, tengan que recriminarle a sus mayores: ¿En qué más nos mentiste, hombre moderno?
Vaya en mi defensa este maravilloso párrafo de otro gordo, que lo dijo mucho mejor:

Mis experiencias con Papá Noel
(el otro gordo)
Siendo chico me encontré con un fenómeno que requería explicación; colgué una media vacía de la punta de mi cama que a la mañana siguiente apareció convertida en una media con un regalo adentro. Yo no había hecho nada para producir las cosas que estaban dentro. No había trabajado por esas cosas, ni las había hecho ni ayudado a fabricarlas. Ni siquiera había sido buenolejos de eso. Y la explicación suministrada era que un cierto ser que la gente daba en llamar Papá Noel se hallaba dispuesto benevolentemente respecto de mi persona. Desde luego, la mayoría de la gente que habla de estas cosas suelen verse atacadas de un cierto estado de confusión mental a raíz del cual se les da por atribuir enorme importancia al nombre de esta entidad. Lo llamamos Papá Noel porque todo el mundo lo llamaba Papá Noel; pero el caso es que el mero nombre de una divinidad no pasa de ser una etiqueta. Su nombre verdadero bien podría haber sido Williams. Podría haber sido el Arcángel Uriel. Lo que nosotros creíamos era que un cierto agente de notable benevolencia había querido darnos esos juguetes a cambio de nada. Y, como digo, lo sigo creyendo.
Sólo he ampliado la idea. Por entonces sólo me maravillaba pensando quién pudo haber sido el que había puesto los juguetes en la media; ahora me pregunto quién puso la media al lado de la cama, la cama en el cuarto, el cuarto en la casa, la casa en este planeta y el planeta en el vacío. Hubo un tiempo en el que me conformaba con agradecerle a Papá Noel por un par de muñecos y algunos petardos, pero ahora le doy gracias por las estrellas y los rostros en la calle y el vino y el grandioso mar. Hubo un tiempo en que encontraba delicioso y maravilloso encontrarme con un juguete tan grande que apenas si entraba a la media por la mitad. Ahora cada mañana estoy encantado y admirado de encontrarme ante un regalo tan grande que ni dos medias alcanzan para contenerloy luego, pasa que deja buena parte afuera: se trata del inmenso y absurdo regalo de mi propia persona, sobre cuyos orígenes no tengo sugerencia para formular a no ser la de que Papá Noel me lo regaló en un arranque de una muy peculiar y absolutamente fantástica benevolencia. (Extracto del artículo "My Experiences with Santa Claus", G. K. Chesterton, Black and White, 1903, reimpreso en The London Tablet, 1974) (Traducción: J. Tollers).

En defensa de Papá Noel
(un tipo)
Invariablemente e inevitablemente todos los años aparece alguien que informa con carácter inaugural que “Papá Noel nada tiene que ver con la Navidad”, y se convierte, a veces, en un entretenimiento pagano el arrojarle dardos a este personaje. Lo que más lamento es que muchos chicos quedan a veces en medio de este fuego cruzado, que en realidad es fuego desde quienes lo atacan e inconsistencia y sentimiento de culpa por quienes ni pueden defenderlo.
Quienes lo atacan suelen ser despiadados, si van a una casa y encuentran que alguna bola del árbol de Navidad tiene una imagen de Papá Noel, no resisten la tentación de sacar esa bola del arbolito y romperla, pero no contentos con eso la hacen añicos, miles de pedacitos de manera que la imagen quede totalmente irreconocible. Esto es, evidentemente, una exageración, no hace falta romper tanto las bolas.
La ingenuidad (al menos en la superficie) y paganismo de muchas películas norteamericanas sobre este tema hacen que algunos detesten al personaje.
Además, está claro que si hay un santo en el origen del Papá Noel hoy está totalmente diluido y poco reconocible, está claro también que su imagen suplanta lo esencial de la Navidad, y que la Navidad se toma hoy como un acontecimiento comercial, etc., etc..
Pero, me parece, en cierta manera es providencial que sea esta figura la que esté tan manoseada en las vidrieras, en la publicidad en general; digo, tal vez nos molestaría mucho más, tal vez sería mucho peor, si usaran la imagen del Niño Dios para por ejemplo vendernos un pan dulce o una sidra.
Dando por hecho que se ha instaurado la costumbre de hacernos regalos en Navidad no me parece que un matrimonio cristiano caiga en una aberrante idolatría si les dice a sus pequeños hijos que Papá Noel les trae regalos a los niños para que estén contentos, para que estén felices porque ha nacido el Niño Dios. (No admito la objeción de que a la Navidad no hace falta agregarle la alegría humana de un regalo, salvo que el que hace la objeción se abstenga de todo brindis y/o comida especial en esa fecha).
No digo que haya que hacerlo, pero digo que hay que dejar tranquilos a quienes quieren usar esta imagen.
Quienes quieren seguir atacando tienen ahora nuevos aliados, en estos días apareció un informe diciendo que la figura de Papá Noel es nociva por su vida sedentaria, que es gordo y que fuma.
La imagen de Papá Noel, a la que han recurrido gente como Tolkien o C. S. Lewis, es la irrupción de un cuento de hadas en la vida de todos los días. Esto tiene el efecto de lo que han llamado “recovery”, recuperación; la vida que, por momentos, nos parece monótona, sin sabor, de pronto aparece algo que nos hace ver que estamos en una realidad maravillosa, y renovamos el modo de ver nuestro alrededor.

(*) el texto no fue escrito en la fecha en que aquí se publica. Y las cursivas entre corchetes son, obviamente, una entrometida traducción del autor del blog, al solo efecto de mandar amablemente a jugar afuera a algún eventual niño que ande por aquí


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