martes, 24 de mayo de 2022

Que la luz brille en las tinieblas…

 

Algunas consideraciones sobre la tan mentada ESI (Educación sexual integral)

Presento aquí como “Puntos de partida”, sin mayores vueltas, cuáles son algunos de los puntos en los que, me parece, deberían coincidir quienes se alleguen a esta tarea… Y digo esto a todo riesgo, soy consciente de que algunas afirmaciones pueden llegar a parecer disonantes…

“Disonantes” por la sencilla razón de que tales afirmaciones no suelen escucharse frecuentemente y, por lo tanto, suenan como una nota fuera de la armonía del concierto social actual…

Por supuesto, lo más fácil, en ese caso, sería desechar la nota discordante…

Pero, ¿y si la nota discordante fuera la correcta? Tal vez convenga echarle un vistazo, y comparar con la Voluntad del Autor

El Autor es, claro está, autor de la Gran Obra, que trasciende todos los tiempos… y es esa Gran Música con la cual que tenemos que tratar de estar en armonía… porque es perfectamente posible que el “concierto social actual”, no sea otra cosa que un desconcierto y que esté, por lo tanto, algo extraviado de esa Gran Música.

Puntos de partida

1 Lo primero que, me parece, habría que decir es que si esperamos encontrar los fundamentos de lo que tenemos que enseñar en resoluciones números tanto, barra nosecuánto… estamos perdidos.

Tenemos una herencia de siglos y siglos de sabiduría a disposición… como para que nos sentemos a esperar novedades oficiales para saber qué y cómo debemos enseñar… Nosotros somos los que debemos saber… Es decir, al menos, tenemos que saber buscar la sabiduría donde está, y no donde no está…

2 Por supuesto que debemos estar atentos a lo que el Estado nos pide. Pero el hecho de que atendamos a lo que el Estado nos pide, es porque hay leyes que cumplir. Como cuando pagamos los impuestos: podríamos no estar muy de acuerdo con algún que otro impuesto, pero los pagamos igual, a efectos de no tener problemas.

3 Pero ya que, tal vez, tengamos que abordar obligadamente ciertos temas, hemos de pensar que acaso sea, en definitiva, una oportunidad

La Iglesia sostiene el principio de subsidiaridad, en el sentido de que reconoce a la familia como primera educadora —y el colegio sería, en ese sentido, una ayuda a esa educación—, por eso se habla del derecho de los padres a elegir la educación para los hijos. Ahora, el ejercicio de ese derecho se ve empañado por la triste realidad de que hoy muchísima gente ha perdido notablemente el norte en estos temas.

De manera que es una oportunidad para ser luz para mucha gente. Y, obviamente, no contradiríamos tal principio de subsidiaridad, antes bien, estaríamos ayudando a los padres no solo en sus hijos, sino en ellos mismos. A no asustarse, somos parte de la Iglesia, y ella es Madre y Maestra

4 Ahora, si esperamos ser luz para mucha gente…, hemos de preguntarnos ¿cómo vemos nosotros estos asuntos? Si no, correremos el riesgo de ser “ciegos que guían a otros ciegos”.

Atención a esto: si entendemos ingenuamente que la sociedad ha ido evolucionando, y que hay ahora una diversidad de puntos de vista sobre estos asuntos, y que nosotros, en ese sentido, tenemos algo valioso para aportar desde nuestro punto de vista… para hacer, entre todos, una sociedad mejor… Insisto, si esa es la forma en que vemos esto… entonces ya hemos perdido… y ya estamos fuera de combate.

5 Sería una ingenuidad, en primer lugar porque lo que se ve en la sociedad no es nada nuevo: las “nuevas” transgresiones son, en realidad, muy viejas, y son mucho más antiguas que el cristianismo… Y, por lo tanto, no es casual que reaparezcan ahora en una sociedad donde el cristianismo está siendo relegado a ámbitos más bien privados. En todo caso, lo nuevo son los medios de los que se dispone para hacer lo que desde las épocas más antiguas se ha hecho: un estudiante que tiene una aplicación para proyectar un holograma que solamente él puede ver (con sus aparentemente ingenuos anteojos de aumento) y copia, con carita inocente, todo lo que debe responder en un examen… no ha hecho nada nuevo, solo es una viejísima transgresión pero con un medio nuevo.

Y, además, (lo del punto 4) sería una ingenuidad también, porque (claro está, si somos responsables en lo que enseñamos) no podemos considerar lo que nosotros decimos como un punto de vista más, ni podemos ofrecerlo a los otros como una opinión más, como una opción más que está al alcance de la mano, disponible para ser elegida… como una mercancía en la góndola de un supermercado… a gusto del consumidor.

Sobre las cosas fundamentales, las “opiniones” no cuentan… En ese sentido podríamos decir que nosotros no “opinamos”, ¿no son estos unos asuntos demasiado importantes como para andar “opinando”?

Soy consciente de que los anteriores dos párrafos pueden ser difíciles de digerir… Por supuesto que la opinión cuenta… pero solo mientras no distinguimos claramente lo que es de lo que no es… Ahora, una vez que hemos visto claramente, la “opinión” deja de tener sentido.

¿Y la opinión de los demás? ¿No hay que respetar las ideas de las otras personas?

¿O hay que respetar a las personas?

Porque, sin lugar a dudas, a veces no pueden hacerse ambas cosas a la vez. Si un amigo me dice alegremente que se dirige a la ciudad de Canelones, Uruguay, y que tomará la ruta hacia Mendoza, porque desde allí piensa cruzar inmediatamente a Uruguay… justamente, por respeto a mi amigo es que debo no respetar su idea y decirle (con cuidado de no ofenderlo, con amabilidad, etc., etc.) que no llegará, de esa manera, al lugar que piensa.

6 Por supuesto, decir que lo nuestro es simplemente un punto de vista, queda lindo, queda democrático, queda como intentar ser una parte constructiva de un consenso a lograr… Y constituye una posición que, dentro de nuestros ámbitos más o menos eclesiales, se asume como vanguardista… pero es una vanguardia que, sin dudas, ha quedado atrasada

7 Porque esas “nuevas” ideas que, hasta hace un tiempo, deambulaban tan campantes en la sociedad, tales como “todos tenemos derecho a decir lo que pensamos”, “todos debemos poder expresarnos libremente”, “nadie nos debe decir lo que debemos hacer, ni lo que debemos pensar”… habrán sido “ideas nuevas” en algún momento, pero son viejas… eran eslóganes que oíamos a mediados de los 80… y tampoco eran nuevos…

8 Eran eslóganes hechos para intentar terminar de disolver lo poco que quedaba de tradicional en la sociedad, restos que quedaban muchas veces, ciertamente, bajo la forma de hipocresía… Pero es sabido que “la hipocresía es un tributo que el vicio paga a la virtud”. Es decir, se da una situación de hipocresía cuando el delincuente necesita simular honestidad para poder desenvolverse en la sociedad, y eso es porque esa sociedad tiene todavía a la honestidad como un valor positivo.

Ahora, cuando el delincuente no necesita simular honestidad, porque en esa sociedad el delito ya no es considerado delito… claro, ahí ya no hay hipocresía, porque ni siquiera es necesaria, pero esa sociedad sería, entonces, mucho peor… habría descendido un tramo más en su decadencia.

9 Esos eslóganes han colaborado a desbancar, finalmente, y con bastante éxito, las enseñanzas tradicionales, “dogmas”, según ellos, pero solamente para sustituirlos por otros dogmas… que se han vuelto ahora universales e indiscutibles… e implacables…

Pero nótese que esos mismos eslóganes, una vez que cumplieron su objetivo, han sido dados de baja. Ahora sí (desde los mismos ámbitos donde antes se promovía tan mentada libertad) nos dicen qué debemos pensar… Vaya uno a poner en dudas públicamente algunos de esos nuevos dogmas…

10 Así que el asunto no es simplemente que nosotros tengamos que ver qué dice la Iglesia sobre estos temas porque estamos en una escuela católica… No es ese el punto…

El asunto es preguntarnos sinceramente por el ser de las cosas, es decir, ¿por qué las cosas son como son?... ¿Vamos a encontrar eso en alguna resolución del Estado? ¿Vamos a encontrar eso en lo que digan los legisladores? ¿Vamos a encontrar eso en el consenso social? ¿O en los noticieros?

Ahora, si buscamos la respuesta en la naturaleza de las cosas puede ser que encontremos indicios… pero incluso eso no bastará… porque serán respuestas insuficientes para los elevados interrogantes que tendremos… De manera que habría que ahondar en esos asuntos, y, ciertamente, si estamos interesados, la Sabiduría tendrá mucho para decirnos…

Oh, el amor, el amor...

Hay tres clases de amor. El amor de padres-hijos, es decir el amor filial; el amor de hermanos o amigos, es decir el amor fraternal; y el amor de hombre-mujer. El mundo de la música está lleno de canciones que hablan de amor y muy especialmente del amor de hombre-mujer.

Y sí… ¿de qué otra cosa querés que hablen… del aire, del equinoccio, de los campos magnéticos?

Podría ser, hay un músico que tiene canciones que hablan de esas tres cosas… bueno, no “hablan”, son instrumentales.

Pero sí, es entendible que muchísimas canciones hablen de amor. Es que el amor lleva a la poesía… porque cuando alguien se enamora, trata de traducir su corazón en palabras y, de alguna manera, siente que dirá algo que nunca nadie ha dicho… Y resulta que, si lo escribe, después se da cuenta de que lo que escribió ya había sido dicho por otros, cientos de veces y mejor...

Pero lo escribe igual. ¿Por qué? Por la simple razón de que no está buscándose a sí mismo sino que su mirada está puesta en los ojos de la persona que ama. Lo escribe, por la misma razón de que en una noche estrellada puede mirar al cielo y maravillarse, sin interesarse en hacer una descripción llena de ingenio… No quiere ganar un concurso de poesía ¿a quién puede importarle eso? Lo que quiere es manifestar que está maravillado.

Pero a pesar de que diga lo mismo que poetas de otros tiempos, puede que el poeta de hoy se convierta en algo de excepción…

Porque aquellos que hoy se atrevan de hablar de amor verdadero se darán cuenta de que a su alrededor empezará a producirse una especie de silencio suspicaz, ese silencio que se hace frente a un ser extraño. Porque, aunque del amor se haya hablado en todas las épocas, hoy difícilmente se habla de él relacionándolo con el misterio y con la eternidad, eso hace que se mire con perplejidad, y más bien con una gran desconfianza, a quien hable de amor verdadero.

Como zapallo en carro

Es sabido que los seres humanos erramos y vamos de un lao pal´otro, de extremo a extremo… y la virtud es el punto medio entre dos vicios, entre dos extremos. Por ejemplo, la persona que en su vida obra como debe obrar no actuará con cobardía (que es cuando nos gana el miedo) ni con temeridad (que es actuar sin pensar en las consecuencias negativas), sino con prudencia, y con valentía llegado el caso.

La cobardía y la temeridad son extremos, son males. La prudencia, y cuando es el caso, junto a la prudencia, la valentía, son el punto medio.

¡Ojo! ¡No confundir con mediocridad! La virtud NO ES el punto medio entre el bien y el mal, sino el punto medio entre dos males.

—Ajá, pero la clase iba a ser de otra cosa… ¿qué tiene que ver el jabón con el hilo negro?

Una innumerable cantidad de canciones, poesías, obras de teatro, etc., etc. reflejan sentires que van de un extremo a otro [no estamos hablando de cobardía y temeridad, eso era solo un ejemplo], y a veces, en realidad, tras la apariencia de amor se esconde una idea equivocada del amor. Lo cual no es necesariamente un error del autor. A veces sí, pero no necesariamente. Puede un autor de una obra de teatro, por ejemplo, componer un personaje que tenga esas características, que tenga un sentir que no es amor, aunque diga que lo es.

—Ah, mirá que interesante…

Che, ¿vos vas a comentar todo acá?

—Decía nomás...

Así que las equivocaciones tienen que ver con ideas sobre el amor que van de un extremo a otro. ¿En qué sentido? Veamos. Un extremo podría ser cuando el enamorado es alguien que piensa excesivamente en lo bien que se siente él e identifica eso con el amor. Entonces el día que no se sienta bien… se terminó el amor.

—Y, en realidad, es egoísmo.

Exactamente. Esa equivocación es bastante fácil de identificar.

Ahora, esta otra es un poco más difícil. El enamorado ve a la chica (o al revés, claro) como un ser absolutamente maravilloso, absolutamente increíble, perfecta, etc., etc.

Contaban de un cura que cuando un muchacho iba y le decía “Padre, estoy de novio y me pienso casar”, “Muy bien, te felicito —decía el cura—. Decime algo de los defectos de tu novia”, “¿Defectos? ¡Ninguno! Ella es simplemente perfecta”, contestaba el otro. “Entonces no te podés casar”, decía el cura. “¿Por qué?”, preguntaba el otro. “Porque entonces no la conocés”, respondía el cura.

Es cierto que todos somos seres maravillosos, porque somos únicos e irrepetibles, pero también es cierto que todos estamos llenos de defectos.

Esa equivocación, entonces, tiene que ver con idealizar a la otra persona.

Exactamente. Pero ahora vamos a ver otra equivocación que es mucho más sutil, mucho más delicada, mucho más espiritual… y tal vez sea en la que más frecuentemente caigan los poetas enamorados… o los enamorados devenidos en poetas… Al principio veamos el amor verdadero.

El enamorado sabe que es un ser humano y que tiene defectos, sabe también que su enamorada es un ser humano y que también tiene defectos, él la ama y quiere que ella esté bien, y ella lo ama y quiere que él esté bien…

—Hasta ahí venimos una pinturita.

Sí. Incluso se han comprometido. Porque quien no es capaz de amar para toda la vida no es capaz de amar ni un solo día. Hasta ahí no hay dudas de que es amor verdadero...

Pero ahora viene la equivocación. Qué pasaría si él orienta TODO SU SER hacia ella y que nada tenga sentido sin ella. Qué pasaría si ella orienta TODO SU SER hacia él y que nada tenga sentido sin él. Qué pasaría si ese AMOR entre ellos es TODO, y que sin ese AMOR nada tiene sentido para ellos… Es terrible. Lo mismo puede suceder cuando una persona se enamora de alguien que, por alguna razón, resulta imposible y al enamorado le parece entonces que nada tiene sentido sin ese amor. Eso es un terrible error.

—Pero no parece que hubiera dejado de ser amor…

No es que simplemente dejó de ser amor, es un amor que ha sido convertido en una deidad, y sabes lo que significa: considerar como un dios a algo que no lo es. Eso algo monstruoso y es algo extremadamente peligroso.

—Se pudrió todo. El amor es una porquería.

¡Pero no seas papanatas! El amor es algo maravilloso. Lo que es horrible es su corrupción. “La corrupción de lo mejor es lo peor”.

—Dicen que del amor al odio hay un solo paso.

No es verdad. No hay un solo paso sino más bien un abismo. El amor y el odio están a una distancia infinita. El odio puede estar a un paso del egoísmo, pero no del amor. Lo que sí es cierto es que muy cerca del amor está el sufrimiento. Si amas a alguien que no te ama, sufres. Si a alguien que amas le pasa algo malo, sufres… Eso es inevitable. Y así ha sido desde hace miles y miles de años en este mundo…

—¿Por qué?

Porque en este mundo hay vestigios de cosas maravillosas, que han quedado, como restos de un naufragio, signos de que existe en algún lugar una completa felicidad para nosotros, aunque aquí no la podamos alcanzar. El amor es uno de esos signos.

—¿Pero cómo hace uno, entonces, para que el amor sea como debe ser y no se vaya a esos extremos?

Tal vez si te enamoras de una chica y, pensando en ella, escribes algo como esto… “Cuando miro en tus ojos puedo ver un atisbo del Cielo, qué fácil es para mí considerarte divina*, pero considerarte una divinidad sería convertir nuestro amor en un demonio, sin embargo, sabiendo que eres lo que eres, una compañera de destierro, agradecido estoy al Señor, por haberte hallado, juntos caminaremos a la tierra soñada, nuestro hogar eterno, más allá de todos los mares, más allá de todos los montes nevados…”. Porque entendiéndose mutuamente de esa manera, sabrán perdonarse los defectos y podrán tenerse paciencia, además de ser conscientes de que el amor que se tienen es un don, un regalo que no es más que un signo de que hay una felicidad eterna, a la cual todos estamos llamados.

—¿Estamos destinados a una felicidad eterna?

No dije “destinados”, dije “llamados”… Estamos llamados a una felicidad eterna.

—Me gustó la frase esa que dijiste antes, eso de los ojos y lo del “atisbo del Cielo” y todo eso… ¿Y si en vez de escribirlo se lo digo?

Mmm… Qué se yo… Es bueno tener eso en mente, y es bueno que charles con ella de estas cosas, pero… claro, no es para decírselo ni bien conoces una chica, esto no es para el primer día que la veas…

—¿Y para el segundo? …

*[acá “divina” no quiere decir “linda” sino “deidad”, lo “divino” es lo relacionado con Dios o con dioses]

Oh, el amor… algunas reflexiones adicionales

Respondiendo objeciones

Las clases de amores… y otras clases de amores 

Las tres clases de amores (padres-hijos, hermanos/amigos, y de hombre-mujer) que hemos dicho, son eso: "tipos" o "clases" de amores.

Entonces, por una parte, hay que decir que, por ejemplo, el afecto de los abuelos o de los tíos pertenece a la misma clase que el que se tiene por los padres, lo que no significa que sean lo mismo, por supuesto. Algo parecido sucede con gente que uno conoce y aprecia, si es gente de la misma edad de uno, el afecto será similar al de la amistad, si esa gente es mucho mayor que uno, probablemente se asemeje, aunque sea lejanamente, al afecto hacia los padres, abuelos, tíos... Toda esta aplicabilidad está dentro del orden natural de las cosas.

Pero, por otra parte, también puede suceder que uno aplique esas formas de amor a otras cosas o seres. Por ejemplo, una persona puede tener a su perrito como si fuera un hijo, y lo trata como tal, hasta el punto en que en su psicología "es" un hijo (por supuesto, hasta algún punto es entendible que a un perrito se lo trate como a un chico, pero hasta algún punto... acá estoy describiendo un caso exagerado, es solo un ejemplo). Tal vez esa persona puede decir que esa es otra clase de amor, pero, lo que hace, en realidad, es aplicar el amor padre-hijo a su mascota. Pero la realidad es que no es un hijo, es un perrito.

Otro ejemplo (solo un ejemplo también), un chico podría enamorarse de una chica-que-es-un-personaje-de-una-novela, no es que piensa llamar por teléfono a la actriz que hace de ese personaje, no le interesa la actriz, él está enamorado del personaje, una chica que no existe… dice que él la quiere mucho, que es linda, que es buena, que es perfecta y que como no va a encontrar en el mundo real una chica como esa, él está enamorado de ella. Entonces reclama que hay otra clase de amor, que sería el de chico-mujer-pero-personaje-de-una-novela. Pero lo que hace, en realidad, es aplicar la clase de amor hombre-mujer, ese tipo de afecto, a un personaje. Pero la realidad es que no es una mujer, sino un personaje, una chica que no existe.

En los ejemplos anteriores uno podría decir ¿es lindo tener un perrito y tratarlo bien, quererlo mucho y disfrutar de la compañía del perrito? Sí, es lindo… pero ¿hasta qué punto hace bien que uno lo crea verdaderamente un hijo? Uno podría decir ¿es lindo leer una novela, identificarse con los personajes? Sí, es lindo… pero ¿hasta qué punto hace bien que uno se enamore de un personaje? En ambos casos se produce un engaño a sí mismo que, más tarde o más temprano, significará sufrimiento. Porque está aplicando una clase de amor a algo que no puede aplicarse sin que signifique un engaño (y puede llegar a ser un engaño grave)… que, más tarde o más temprano, traerá sufrimiento.

¿Pero son solo esas tres clases de amores?

El gran Clive Staples Lewis, el autor de Crónicas de Narnia y de otras muchas obras, habla de cuatro amores en su libro, precisamente, “Los cuatro amores”, agrega el amor-caridad, teniendo en cuenta el aspecto sobrenatural del amor.

Pero hay quienes dicen otra cosa. Lo que dicen es que, además de los tres amores, existen otras variantes. Sin embargo…

Nuestro mundo, nuestra naturaleza, está dañada desde el principio de los tiempos, pero, a pesar de ese daño, se nota un orden, el orden natural que mencionamos más arriba. Es un orden que se nota en todo, desde las órbitas de los planetas hasta en la estructura de un átomo. Ese ordenamiento que tiene la naturaleza no está en nuestra contra sino a nuestro favor. Y, además, ese ordenamiento no es algo que simplemente “funciona” como si fuera una máquina compuesta por muchos engranajes. Ese ordenamiento no es algo frío como eso, sino que tiene una calidez comparable al afecto de una mamá que ha preparado una habitación esperando el nacimiento de su hijo. Si ahora pensamos en una mamá que está preparando una merienda a su hijo que se va a pasar el día a un paseo… seguramente le va a preparar algo que al chico le guste, porque si no le gusta probablemente pasará el día sin comer.

De esa manera, con esa calidez del amor de madre, en la naturaleza parece estar todo pensado para que la humanidad sobreviva, como de hecho ha sucedido, por miles de años.

Si está todo pensado es porque Alguien lo ha pensado. Es decir, Dios, en su infinita bondad e inteligencia, ha hecho todo para nuestro bien. De esa manera, las personas de todos los tiempos se han alimentado, y se alimentan, pero no pensando en que deben sobrevivir, sino porque tienen hambre, porque les gusta la comida, porque se juntan con amigos o con la familia, es decir, es algo que hacen naturalmente. De la misma manera, las personas se enamoran, se casan, tienen hijos, y los hijos después les dan nietos, etc., etc.

Claro, una persona podría rebelarse contra ese orden que está pensado para su bien y hacer otra cosa. Por ejemplo, nosotros estamos hechos para caminar con los pies, pero alguno podría decir “yo quiero caminar con las manos”, y tal vez, más o menos camine… Por supuesto, se encontrará con muchísimas dificultades, entonces protestará que todo en la sociedad está hecho para los que caminan con los pies y que él quiere caminar con las manos… Entonces, a fuerza de protesta tal vez logre que le acomoden todo a su alrededor para que pueda caminar con las manos sin que nada le moleste…
Pero… de todas maneras, más tarde o más temprano, eso significará sufrimiento, por la esclavitud a la que lo habrán llevado sus propios caprichos. Porque al principio se sentirá libre porque hace lo que él quiere a pesar de lo que diga la naturaleza… pero lo que le dice la naturaleza es por su bien. Más tarde o más temprano se dará cuenta de que la libertad estaba en caminar con los pies.

Lo anterior es un ejemplo que nos sirve para entender lo siguiente: La naturaleza de las cosas representa un orden objetivo. Cuando se trata de ejercer la libertad fuera de ese orden objetivo se cae en un desorden grave que atenta contra la misma libertad, este desorden aparta de lo real y produce en el que cae en él un condicionamiento tan atroz que hace padecer una verdadera forma de esclavitud.

Hay quienes dicen que el amor no se puede definir, que cada uno lo ve como algo distinto, entonces cada uno tiene su opinión. Sin embargo…

A la opinión hay que confrontarla con la realidad. Un mismo objeto, una misma realidad, puede ser vista por varias personas. Cada una de ellas tendrá su punto de vista. Cada una de ellas tendrá, entonces, su opinión.

¿Hay que respetar todas las opiniones?

¿O hay que respetar a las personas?

A veces no pueden hacerse ambas cosas a la vez, pero es indudable que hay que respetar a las personas. Si un amigo me anuncia alegremente que estrellará su frente contra una pared de cartón, pero yo veo claramente que esa pared es de cemento… por respeto a mi amigo, y sobre todo por el aprecio que como amigo le tengo, debo necesariamente no respetar su opinión y advertirle que yo veo claramente que esa pared no es de cartón sino de cemento.

Pero hay quienes insisten que no se puede definir el amor. Sin embargo…

Que algo nos parezca difícil de definir no quiere decir que no haya definición. Que algo pueda ser visto de distintas maneras no quiere decir que ese “algo” sea cualquier cosa. Y si ese “algo” es eso y no cualquier cosa, quiere decir que, de alguna manera, debe poder decirse qué es y qué no es.

Una mamá que deja a su hijito en el jardín: el chico “siente” que su mamá lo ha abandonado, y la mamá “siente” que se le parte el corazón por ver al chico llorando, son dos puntos de vista. La mamá entiende que es por el bien del chico, que, en algún momento, debe superar el separarse de ella. Lo que hace es porque quiere el bien de su hijito. Y eso es amor.

Hay quienes dicen que uno tiene que hacer lo que “siente”. Sin embargo…

Lo que a uno le gusta, lo que a uno le parece, lo que uno siente… no es garantía, no es criterio suficiente, las cosas no se convierten en buenas solo porque nos gustan o porque sentimos que son correctas… Hay que recordar que nuestra naturaleza está dañada y nuestras percepciones pueden engañarnos. Un árbol determinado puede dar un fruto que puede parecernos de aspecto y sabor agradables y que, sin embargo, sea dañino.

El “sentimiento” es algo que medio que hace "lo que quiere", incluso al margen de la persona que lo siente... Es decir, alguien puede "sentirse enamorado" de una persona que ni conoce y que acaba de atenderlo en la panadería, casi de la misma manera en que puede sentir que debería darle un golpe de puño al colectivero, porque tiene una cara que no le cayó bien... Pero una persona que siga ciegamente esos sentimientos no será una persona libre, sino que sería esclava de sus propios sentimientos, sería como actuar por instinto, como un animalito. Por algo las personas tienen la cabeza por sobre el corazón, es decir, la inteligencia debe gobernar los sentimientos.

También puede suceder que ese sentimiento persista, que no sea algo pasajero (“pasajero”, ¡como el que subió al colectivo!), y que un muchacho en verdad se enamore de la chica que lo atiende cada vez que va a la panadería... Y puede suceder que, por distintas razones, se trate de un amor imposible; puede suceder incluso que ambos estén enamorados y que hubiera razones por las cuales no sea bueno hacer caso a ese sentimiento. En esa circunstancia, porque ese sentimiento es en sí algo con apariencia agradable, es fácil confundirlo con una divinidad, y si uno lo confunde con una divinidad, está claro que le ofrecerá sacrificios... es decir, nada importará, y podrán destruir sus vidas con tal de rendir culto a esa divinidad, a ese sentimiento (a ese “estar enamorados” que parece estar por sobre todas las cosas).

Por eso, por más que sea un "sentimiento hermoso", a veces no es posible y siempre es necesario el gobierno de la inteligencia para obrar con verdadera libertad. Por supuesto, esto puede parecer algo de una absoluta frialdad, pero en realidad se trata de un amor más elevado, que, además, incluye un verdadero amor hacia esa persona de la cual estaba enamorado, porque sabe que le hará un bien renunciando a ella.

Ese "amor más elevado" (ante el cual el enamorado que quiere obrar bien ofrece como sacrificio su propio dolor a causa de un amor imposible) en el que se fundamenta la decisión de obrar bien (es decir, de acuerdo a la Bondad y a la Verdad) es un Amor que está más allá de los límites del tiempo, y que hace que se perciba el carácter superficial y efímero (precario, perecedero, fugaz) que tienen algunas cosas en las cuales ponemos equivocadamente nuestras esperanzas de felicidad.

De alguna manera, muchas veces los seres humanos somos como niños pequeños, que a veces quieren algo que no es bueno para ellos y lloran cuando les es negado. La que a un niño pequeño le niega lo que quiere suele ser su madre, y lo hace porque lo está cuidando y quiere el bien para él. Si el niño fuera capaz de un acto de madurez se daría cuenta.

Cualquier persona que se preguntara seriamente, se daría cuenta de que hay un diseño en la naturaleza y de que hay Alguien detrás de ese diseño. Y si esa persona siguiera buscando la Verdad en todo, no sería para nada extraño que llegara a darse cuenta de que es ese Alguien quien sostiene en el ser a todas las cosas, que nos ama y que quiere nuestro bien.

De esa manera, cualquier persona podría ser capaz de ese acto de madurez que lo llevará a aceptar que no todo lo que “siente” como un bien, realmente lo sea.

En ese sentido, si uno busca a tiempo completo el "sentirse bien", se verá decepcionado, pero si uno busca "obrar bien", obrar con bondad… el "sentirse bien" llegará, finalmente, como añadidura.

Finalmente, para tener en cuenta quienes encaren un Proyecto de Educación Sexual Integral

Algunos comentarios:

Alguien podría citar, en determinado sentido, aquello del Concilio Vaticano II, sobre «una positiva y prudente educación sexual»

Es sabido que a principios del siglo XX, la educación (también la educación religiosa) se había vuelto excesivamente moralista y, sabido es también que, con el ceño fruncido, se ponía un exagerado acento en el temor… Es lamentable que suela tomarse eso como “enseñanza tradicional”, cuando no era sino una caricatura de ella.

Pero otra caricatura, situada en el extremo opuesto, sería que, por intentar ser positivos, por intentar ofrecer un rostro simpático… (la simpatía muestra que se está con el otro, que se siente con el otro…), uno no se atreva a mostrar el camino que debe mostrar.

Ni ceño fruncido, ni adulación de los errores… punto medio: mostrar el camino con un rostro amable… “Amable”, que puede ser amado, digno de ser amado…

Amabilidad, entonces, no es no contradecir al interlocutor por temor a que se ofenda y se vaya… Amabilidad es decirle la verdad (con prudencia, obviamente) y, ahí sí, acompañarlo en el dolor que puede sentir por saberse en el error… Pero la caridad (amor) está en mostrarle el camino… no en ocultárselo.

Hay una tendencia a intentar mostrar que “no estamos en contra del progreso”.

Eso, dicho así, sin rotundos “depende”, es una tontería olímpica.

Como todo el mundo sabe, “progresar” es “avanzar”. Sí, pero… ¿avanzar hacia dónde? Primero hay que averiguar hacia dónde se está yendo, y después vemos si estamos a favor o en contra.

Porque, claro, hay verdades que resultan incómodas, hay verdades que son “piantavotos”, hay verdades que son, como la cruz… “escándalo para los judíos y locura para los paganos” (Cf. 1 Cor. 1, 23).

Pero, justamente, esas verdades son las que nos hacen la “sal de la tierra”.

“La locura de Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres” (Cf. 1 Cor. 1, 25).

Un ejemplo de una “verdad incómoda” 

En estos asuntos, una de esa clase de verdades incómodas es la clara distinción que debería hacerse entre noviazgo y matrimonio

Su sola mención puede provocar más de un “¡Ah, bueno…!”.

Izar la bandera de que ciertos temas corresponden exclusivamente al amor entre hombre y mujer, se ve ya como una osadía en estos tiempos… Pero hablar de qué pertenece al noviazgo y qué al matrimonio da hoy la impresión de estar intentando defender lo indefendible.

El cura Menapace decía, con admirable simpleza, que “el noviazgo es la etapa del cariño”… y que toda demostración de afecto que fuese más allá de eso era ya terreno del matrimonio.

¿Por qué semejante cosa? ¿Por qué esa represión? ¿Por qué no dejar que los sentimientos sean libres?

¿Por qué confinar la satisfacción del deseo sexual al matrimonio? Una chica y un muchacho, que andan de novios, que se quieren… ¿qué tiene de malo? Parece bastante razonable la pregunta…

No pasó mucho tiempo desde que se admitió que no era necesario el matrimonio hasta que se admitió que tampoco era necesario el noviazgo… Una chica y un muchacho, que se ven por primera vez… y coinciden en su deseo del uno por el otro… ¿qué tiene de malo?

Lo que le da el sello de “moralmente admitido” es esa coincidencia, claro… Porque “los derechos de cada uno terminan donde empiezan los derechos de los demás”... Eso es andar por las cumbres de la moralidad del mundo, el consenso… ¡ah, el consenso!... entonces, “si están todos de acuerdo y nadie sale lastimado”…

Claramente, no ha pasado ningún tiempo desde que se admitió que no era necesario el noviazgo, para que se admitiera que tampoco es necesario que sean una chica y un muchacho, ni que sean solamente dos…

Recurrir al orden natural no ayuda mucho en este caso, porque puede dar la impresión de que lo natural sea la satisfacción del deseo sexual.

Mucho hay que andar para mostrar lo contrario: conveniencias emocionales, psicológicas… y hasta sociales y económicas… Se podría estudiar muchísimo y escribir muchísimo desde distintas ciencias… y, después de andar a tientas por sinuosos y oscuros caminos, llegar a la conclusión de que por algo habrá sido que se nos había dicho lo que se nos viene diciendo desde hace siglos…

Y lo que se nos viene diciendo desde hace siglos es que la naturaleza está dañada desde el principio de los tiempos; y, por esta razón, aquellas indicaciones, aparentemente contrarias a la libertad, nos liberan de males enormes, de esclavitudes y aberraciones.

El seguimiento de esa antigua y siempre nueva Sabiduría hace que la unión de los cuerpos en el matrimonio venga a completar (o a formar parte de) una unidad que ya han alcanzado en espíritu esas dos personas…

Y esa unidad es absolutamente impensable para quienes están juntos por una mera coincidencia de mutuos deseos. Antes bien, estar con alguien por la satisfacción que proporciona es perfectamente compatible con el desprecio hacia esa persona… Porque se está pensando en el propio bien, no en el bien del otro… Lo cual no es amor, entonces, sino egoísmo.

Claro que el sexo forma parte del amor hombre-mujer, pero hay quienes identifican (esto es, entender que son lo mismo) belleza con atractivo sexual, amor con deseo, y felicidad con satisfacción… Lo cual muestra el resultado de la completa inversión de la figura humana, quien gobierna no es la inteligencia sobre los sentimientos y las pasiones, sino que las pasiones conducen, los sentimientos las siguen, y la inteligencia viene a tratar de justificar, diciendo que es un ser humano libre… cuando, en realidad, es esclavo.   

Algo más relacionado con estos temas, invito ver, en este mismo blog, los siguientes artículos (mucho más breves que este):

Esta modernidad… (so bright, so dark…)Hay quienes creen que estamos en el mejor momento de la historia, porque ven que la humanidad ha llegado al punto más alto del progreso, y, según ellos mismos, al punto más alto también de la inteligencia… Lo creen incluso aunque estén abrumados por muchas preocupaciones…

Tener un árbol, plantar un libro y escribir un… no, ¿cómo era?La fecundidad, lejos de ser considerada una bendición a agradecer, es, en estos tiempos, muy frecuentemente juzgada como una maldición de la cual hay que protegerse…