jueves, 2 de julio de 2015

Requiescat in pace estimado Marcelo Fabián

(1/7/65 - 3/2/2015) 

Sería deseable que cada obra artística (música, libros, películas, etc.) que abordemos nos dejara alguna huella en el alma, y, a la vez, sería deseable que esa huella nos hiciese mejores personas… de no ser así tal vez sería preferible que no nos hiciese perder el tiempo.
Cuando a mediados del 2014 nos enteramos de la muerte de la actriz que a los siete años había interpretado a la hija de Mel Gibson en “El Patriota”, alguien sugirió que cada buen sentimiento y cada lágrima que se haya derramado -y se derramará- alrededor del mundo por aquella escena en que la niña rompe su largo silencio para decir llorando “Papá, no te vayas”, quizás se eleve al cielo, como el incienso, como una oración por ella…
Porque, después de todo, la vida no se trata tanto de lo que compramos sino de lo que a nuestro alrededor vamos dejando, con nuestras palabras, con nuestras acciones. Claro está que lo que después suceda no depende de nosotros, pero la siembra, de buena o mala semilla, se hizo. Y lo que hemos ido dejando, acaso se eleve luego como una oración, o como un reclamo. En ese mismo sentido los artistas tendrían en sus obras un enorme plus a su favor o en su contra.
Marcelo Fabián era una de esas personas que podría haber presentado como un amigo, aunque en un estricto sentido no lo éramos, le tenía un gran aprecio y creo que era un sentimiento recíproco. Lo conocí en una ocasional reunión de músicos amigos, yo estaba en el secundario, y supe allí de su admirable capacidad para cantar e imitar. Casi dos décadas después, hablando como dos personas desconocidas, en un día cualquiera en la ciudad, nos reconocimos al coincidir en un tema religioso.
Los motivos para realizar una obra artística son diversos, uno de ellos es una imperiosa necesidad interna, y eso me sucedió con “Corazón de Caballero”. “Corazón de Caballero” es una cumbia, una cumbia en serio, no una broma de parte de alguien que no tiene nada que ver con ella. Así que debí recurrir a personas que supiesen del tema: en la percusión pedí algunas sugerencias a mi padre, en acordeón mis arreglos fueron ejecutados, y, por supuesto, mejorados, por Aldo Taborda.
Todo muy lindo, pero el rostro de la canción es el cantante. Al pensar quién podía darle el “feeling” correcto, vino a mi mente el nombre de Marcelo Fabián. Y así fue, le pedí a Marcelo que no hiciera una imitación, pero que tuviera en cuenta cuál era el estilo que pretendía darle. Lo entendió perfectamente, y eso hizo. ¡Qué fácil es hacer las cosas para los que saben hacerlas!
Así que fue otra experiencia en La Vitrola, donde con Gustavo Villanueva tantas veces habíamos buscado la ecualización correcta de alguna de mis virtuales orquestas de cuerdas, o donde tantas veces tratáramos de darle a los tones un aire philcollinesco, esta vez hicimos todo lo posible para que nuestras camisas quedaran correctamente estampadas.
En el comentario del video hay alguna profundización del tema que trata la canción. De lejos no es más que una pequeña cumbia, pero de cerca no dudo en decir que tiene el Corazón de Caballero que proclama en el título, y la fuerza y la nobleza de una espada levantada contra una implacable tiranía.
Solíamos coincidir con Marcelo en la misa dominical, y así fue la última vez que nos vimos, unos días antes de su partida, creo recordar que nos saludamos desde lejos.
Estimo nos volveremos a ver, más allá del tiempo, en esa Gran Mesa del Domingo Eterno. 
Ver video Corazón de Caballero 


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