Por supuesto, a pesar de todo, todavía es posible encontrar mujeres para
quienes, por ejemplo, la política y el fútbol sean asuntos en verdad menores.
Cualquiera de ellas podría explicar que la alegría proveniente de una
victoria deportiva tiene, en su caso, un carácter más bien transitivo: ella se
alegra porque su esposo se alegra. Pero si su esposo no estuviera, ella no
gastaría ni un minuto de su tiempo en averiguar siquiera el resultado de un partido.
Y sabe, ciertamente, que la política es algo serio. Pero ella sabe
también que no tiene en ello injerencia alguna... Como, después de todo,
tampoco la tiene su esposo, aunque él con sus amigos discutan sobre eso como si la dirección del país, y aun del mundo, estuvieran en sus
manos.
Los asuntos que para ella merecen en verdad atención son los que están
realmente a su alcance, tales como que haya leños suficientes para que el hogar
no se apague o que la sonrisa sea algo habitual en el rostro de sus hijos. De
igual manera, una rosa marchita en un florero no será, en absoluto, algo menor.
Decía Chesterton, hace cien años, que estaba claro qué intereses estaban
prevaleciendo en la interminable discusión de los intereses masculinos y los
intereses femeninos...
Cien años después, podemos sospechar que, finalmente, se ha decidido que eran los hombres los que tenían razón.
Tal vez sea por eso que muchos hogares estén hoy más fríos y que la alegría
serena por las cosas verdaderamente importantes se halle en serio peligro de extinción.